Generalmente quienes hablan en contra del marxismo o quienes se oponen al marxismo, se presentan como críticos del marxismo o se declaran abiertamente antimarxistas lo hacen desde un conocimiento superficial del mismo. Esto no quiere decir que no pueda haber razonables y fundadas críticas a la teoría marxista, las cuales ciertamente requerirían un análisis propio y distinto al que pretendo hacer en este artículo.
Es lamentable que a nivel de los medios de comunicación el debate político en Chile sea de una calidad muy baja, no muy distinto a la sección de chismología de un programa de farándula. A nivel internacional tampoco hay mucha mejora. Esto es especialmente notorio tratándose de “discusiones” sobre temas como el comunismo, el socialismo y el marxismo, donde sale a relucir la falta de profundidad analítica de algunos supuestos críticos, un ejemplo reciente de ello ha sido el debate entre el filósofo esloveno Slavoj Zizek y el psicólogo Jordan Peterson, donde este último no logró más que comunicar algunos lugares comunes desde un moralismo típico de la visión conservadora (liberal) que él sostiene.
Lamentablemente estos análisis superficiales, si se presentan de forma convincente y elocuente, pueden llegar a cautivar a una serie de personas que sin tener una profundidad teórica, si muestran entusiasmo y deseo de informarse y aprender de ideas políticas para así formar sus opiniones de manera fundada. Así las cosas, veo necesario responder a algunos lugares comunes de forma sencilla y entendible para así combatir cierto analfabetismo político (“cuñadismo” al decir de algunos) que hoy es tan prevaleciente en las redes sociales especialmente. Para ello, prescindiré de usar terminología demasiado específica o académica, esperando que los expertos en la materia sepan disculparme por algunas “imprecisiones” en el lenguaje en las que pueda incurrir. Esperando que este humilde esquema sea de utilidad, comienzo:
1- Marxismo no es un dogma.
La teoría marxista no es un dogma, ni mucho menos una religión. El marxismo es en primer lugar un método de análisis económico, social y político que al mismo tiempo propone una aplicación práctica (praxis) de ciertos principios para así transformar la propia realidad material que es objeto de su análisis. Las aplicaciones prácticas de estos principios no corresponden a una pauta rígida de instrucciones específicas (paso 1, paso 2, paso 3, etc.) sino que a partir de ciertos principios generales se procede a poner en práctica determinadas medidas específicas que se ajustan a las condiciones particulares del lugar y momento de que se trate. Así, por ejemplo, las aplicaciones prácticas del marxismo en la Rusia de principios del siglo XX son distintas a la praxis marxista de la actual China, aunque los principios básicos de ambas experiencias sean los mismos. También se usa el término marxismo en un sentido más laxo para en algunos casos referirse en forma abreviada al movimiento comunista internacional.
2- Marxismo no es igualitarismo
Hay una idea bastante difundida de que el marxismo promueve una especie de utopía/distopía igualitaria en la que todos los habitantes tengan las mismas cosas, ganen el mismo salario, vivan del mismo modo y que no existan jerarquías de ningún tipo entre dichos habitantes. En realidad, esta visión corresponde a una concepción propia de los socialismos utópicos pre-marxistas y que parten de premisas similares a algunas corrientes liberales. El marxismo lejos de proponer una igualdad absoluta, lo que plantea es el fin de la explotación, es decir, llegar a un estado de las cosas en el que a los trabajadores se les retribuya por su trabajo de forma justa e íntegra, sin que haya una clase explotadora que se apropie de la plusvalía de su labor productivo. Esto, aplicando primeramente el principio de “a cada cual según su aporte” (socialismo o primera etapa del comunismo), y posteriormente, el principio “de cada cual según su capacidad a cada cual según su necesidad” (comunismo final o etapa superior del comunismo).
3- Marxismo no es democratismo liberal
Por desgracia, dadas las circunstancias históricas en América Latina, ciertas izquierdas que se proclaman marxistas han tomado como una bandera de lucha primaria la defensa de los llamados Derechos Humanos. Comprensiblemente bajo los contextos de represión política y persecución, la conveniencia instrumental de la institucionalidad democrática liberal y ciertos principios con aspiración de universalidad, como los Derechos Humanos, lograron ser de inestimable ayuda a la militancia en dichos contextos. Hoy en día, sin embargo, la confluencia de esta ideología universalista de los Derechos Humanos con ciertas posturas de izquierdas ha generado lamentables contradicciones en el movimiento proletario internacional. En el caso de Chile específicamente, la izquierda parlamentaria ha elevado la causa de estos “derechos” por encima incluso de los intereses de nuestros aliados en la causa de liberación nacional y lucha anti-imperialista (Corea Popular Democrática, China, Cuba, Venezuela, Irán, etc.), sirviendo así como instrumento de los intereses mundiales de Estados Unidos y sus aliados. Por otro lado, la cultura “izquierdista” chilena se caracteriza por un marcado afán anti-autoritario y diversas tendencias anarquizantes e individualistas.
El marxismo en cambio plantea la superación de la democracia liberal e incluso, reniega de varios aspectos de ésta. El líder y teórico marxista, Vladimir Lenin en su ensayo “El Estado y la Revolución” explica que la más democrática de las democracias liberales sigue siendo un régimen burgués destinado a perpetuar la explotación de la clase trabajadora, por lo tanto para lograr la verdadera emancipación es necesaria la toma del poder por la fuerza para así instaurar una dictadura del proletariado, la cual tendrá un carácter autoritario y represivo para así someter a la clase burguesa a los intereses de la clase obrera, siendo ésta la que gozará de una verdadera democracia en esta etapa.
4- Marxismo no es globalismo
Otro malentendido es la creencia de que el marxismo es una ideología antipatriota o antinacional. Muy por el contrario, no ha habido mayores patriotas en la reciente historia de los pueblos que los marxistas. Es cosa de ver algunos ejemplos como lo fueron Ho Chi Minh, el propio Lenin, Stalin, Kim Il Sung, Salvador Allende, Sukarno, Sankara, entre muchos otros. Es fácil caer en la percepción errónea, por distintos motivos. En primer lugar, una mala interpretación del texto del Manifiesto Comunista, en la que se lee “los obreros no tienen patria”, en realidad no se trata de una prescripción sino de la descripción de una situación en la que la clase trabajadora ha sido despojada de su sentido de pertenencia a una patria, porque ésta ya no les pertenece, porque les ha sido arrebatada por los burgueses que la dirigen. Una línea más abajo en ese mismo texto, los autores señalan que “la clase trabajadora debe elevarse a clase nacional, convertirse en nación”, reafirmando la necesidad de un nacionalismo proletario que purgue y “exfolie” a las clases opresoras de su tejido constitutivo.
A muchas personas, esto puede sonarles confuso, ya que uno de los puntos más enfatizados por los marxistas es el internacionalismo, que muchas veces es presentado como una negación del nacionalismo. Nada más lejos de la verdad, ambas posturas: nacionalismo e internacionalismo son dos caras de la misma moneda. Internacionalismo, como su nombre lo indica, es alianza y solidaridad entre naciones, para que exista internacionalismo deben existir naciones. Un sano nacionalismo (esto es, poner en relieve los intereses soberanos de la nación de trabajadores) no es incompatible con el internacionalismo. Como dijo Kim Jong Il: “una persona que no es leal a su nación no puede ser leal al movimiento internacionalista”. La confusión proviene de que generalmente se ha entendido internacionalismo a la manera “trotskista”, como una abolición de todas las fronteras. Esto en realidad se conoce como “cosmopolitismo” o “globalismo” y es más cercano al ideal al que muchos liberales capitalistas de hoy aspiran.
5- Marxismo no es posmodernismo
Se ha hecho bastante conocido el mote de “marxismo cultural” o “neomarxismo cultural”. Los reaccionarios han intentado con ahínco etiquetar diversas formas de movimientos de “izquierdas” bajo el rótulo de marxismo. Por ello, es frecuente que hablen de “marxismo cultural” para referirse a una corriente que aglomera al feminismo, al ecologismo, el pacifismo, el indigenismo, la teoría de género, las reivindicaciones LGBTIQ, el lobby de los derechos animales, e incluso las distintas corrientes de vegetarianismo y el espiritualismo New Age. Todo esto no es más que un inmenso hombre de paja.
Es cierto que desde el marxismo se proponen soluciones a los problemas de las mujeres, al problema ambiental, a la discriminación de las sexualidades disidentes, etc. También es cierto que existen dentro del movimiento feminista, corrientes que compatibilizan con el marxismo por medio de una perspectiva de clases; lo mismo ocurre con el ecologismo y otros movimientos similares.
No obstante, en la forma más difundida y conocida de los movimientos anteriores, éstos tienen en común una perspectiva liberal e individualista, dada a la vinculación que en muchos casos existe entre dichos movimientos y la izquierda nacida en los campus de las universidades norteamericanas. No hay una vinculación inequívoca entre el llamado “marxismo cultural” con el marxismo propiamente tal, aunque algunos señalan a la famosa “Escuela de Fráncfort” para sustentar sus argumentos. Curiosamente los principales exponentes de dicha escuela no eran marxistas propiamente, e incluso muchos de ellos fueron abiertamente antimarxistas y anticomunistas.
Dicho sea de paso, que estos movimientos de izquierda posmoderna tampoco representan una verdadera oposición al sistema capitalista, puesto que sus principales reivindicaciones son considerablemente compatibles con el régimen de explotación de la burguesía contra trabajadores. No es de extrañar, por ello, que entre los principales adherentes y dirigentes de esta izquierda liberal y posmoderna encontremos a no pocos jóvenes de clase social alta.
6- Marxismo no es ascetismo
También está la idea de que el marxismo se opone a todo tipo de riquezas, y que los marxistas buscan “nivelar hacia abajo” o proponer un estilo de vida desprendido de posesiones materiales y comodidades. En realidad, a lo que los marxistas se oponen es a que cierta clase de personas se enriquezca a costa de la explotación de la clase trabajadora. Lo idóneo es que todas las personas logremos desarrollar nuestras capacidades al máximo y vivir con la mayor comodidad y bienestar posibles, siempre y cuando esto no sea el producto de la expoliación del fruto del trabajo de otros. En el capitalismo los dueños de los medios de producción se apropian de la riqueza generada por el trabajador, en cambio en el socialismo, el trabajador se hace dueño del fruto de su trabajo (“a cada cual según su aporte”). Nada impide que el trabajador que legítimamente ha trabajado por su salario pueda obtener determinadas cosas para su goce personal.
7- Marxismo no es anticapitalismo en strictu sensu
El marxismo plantea la superación del capitalismo por el socialismo, no obstante, ve en el primero un paso necesario y deseable para transitar hacia el segundo. La teoría marxista considera al capitalismo como una etapa avanzada y progresista en relación con las formas precapitalistas de economía (feudalismo y esclavismo), por lo tanto, no se opone al desarrollo industrial y al crecimiento económico generado por el avance de la economía capitalista. Lo que el marxismo plantea es que dentro de la lógica capitalista se va generando una contradicción insoslayable entre el modo de producción y la propiedad de los medios de producción, mientras que la propiedad sigue siendo individual, concentrada en las pocas manos de la clase burguesa, el modo de producción tiende hacia la colectivización, requiriendo el empleo un mayor número de trabajadores calificados para tareas específicas y diferenciadas una de la otra. Esta contradicción terminaría por resolverse a través de la lucha de clases y la toma del poder de la clase proletaria.
Tampoco hay que confundir capitalismo con mercado. El mercado es una actividad humana que consiste en el intercambio de bienes y servicios. El capitalismo es un sistema económico en que se produce la acumulación de los medios de producción en unas pocas manos. Mientras que el mercado existe desde los albores de la civilización humana, el capitalismo es un producto de la modernidad, la etapa posterior al feudalismo y previa al socialismo.
También se tiende a pensar que, en socialismo, todos los aspectos de la economía son planificados por la autoridad revolucionaria, en realidad, es que durante la etapa de transición esto no es necesario y en algunos casos tampoco es deseable. Recientes experiencias de la aplicación del marxismo en China y en Vietnam han demostrado que la fijación de los precios por medio de la oferta y la demanda en el mercado es mucho mas eficiente que un sistema de fijación de los precios por medio de un comité estatal (como lo fue en experiencias socialistas pasadas). La economía de varios países en los que se aplica la teoría marxista es la llamada economía de mercado socialista o economía de mercado orientada hacia el socialismo, y ha demostrado ser una política correcta sacando a millones de personas de la pobreza. En todos los demás aspectos relevantes del sistema económico de China, el Estado y el Partido lo dirigen y planifican.
8- Marxismo no es primitivismo
No se debe confundir el marxismo con las corrientes que abogan por el retorno a formas premodernas de economía y desarrollo. Entre éstas, van de la mano usualmente el anarquismo, el primitivismo y el ecologismo radical. También hay que mencionar el indigenismo como fetichización del modo de vida de los pueblos preexistentes en el continente americano a la llegada de los primeros descubridores europeos. Para la teoría marxista el desarrollo económico, industrial y tecnológicos son imprescindibles en el avance y curso de la historia, por tanto, rechaza toda propuesta de retorno al pasado “sencillo” que romantizan varios primitivistas. Esto tampoco significa que desde las experiencias marxistas o marxistas-leninista no se hayan propuesto y aplicado diversas medidas para solucionar los problemas del medio ambiente, no obstante, esto nunca representó una incompatibilidad con el desarrollo económico que lograron y siguen logrando las naciones dentro del campo socialista.
Por otro lado, la asociación de marxismo y primitivismo ha llevado a los derechistas liberales a tomar como propio el crédito por el avance de la tecnología. Dicho mito de los teléfonos celulares y la tecnología como iconos del "capitalismo" se asienta en la idea de que un sistema económico liberal fomentaría la innovación gracias al incentivo del lucro. Esto, en realidad, es fácil de desmentir, puesto que en los países socialistas existieron, y existen, iguales y a veces mejores avances de la ciencia y la tecnología gracias a políticas del Estado, sin desconocer el papel de los diversos incentivos que no necesariamente se reducen a la expectativa de lucro.
9- Marxismo no es ateísmo
Este último punto puede ser controversial incluso entre los propios partidarios del movimiento comunista. Lo cierto es que uno de los fundamentos de la filosofía marxista es el materialismo, que prescinde de cualquier explicación sobrenatural y mística de la realidad. Por otro lado, también es cierto que en la aplicación del marxismo leninismo en diversos países han existido distintos grados de hostilidad hacia la práctica de la religión y la promoción del ateísmo militante como política oficial de la autoridad revolucionaria.
Lo cierto es que Karl Marx y Fredrick Engels, eran ateos convencidos y nunca les gustó mezclar religión y política. Pero tampoco eran el tipo de ateos que despreciaban sin más a la religión o los movimientos religiosos. Lejos de ello. Mostraron bastante aprecio por todas aquellas personas en la historia, de la religión que fueran, que defendieron a los pobres y oprimidos o hicieron avanzar la historia de alguna manera fundamental.
De las pocas veces en que Marx escribió sobre la religión, este afirmó que se trataba del opio de los pueblos. Esto se ha interpretado como una postura antagónica a la creencia religiosa. En realidad, lo que dijo es que el mundo es un lugar "despiadado". Y en este mundo sin corazón, la religión ofrece alivio psicológico a las masas ("es el corazón de un mundo sin cabeza, el alma de la condición sin alma"). En este sentido de dar alivio psicológico es como el opio. El opio en la época de Karl Marx fue utilizado por los médicos como analgésico. Un analgésico no resuelve la enfermedad, solo nos hace pensar que la enfermedad ha desaparecido. En este sentido, Marx no se oponía a las creencias religiosas per se, sino que, a su instrumentalización por parte de la burguesía para apaciguar el descontento de las masas proletarias, la religión como fetiche. La abolición de la religión como felicidad ilusoria de las personas es la demanda de su verdadera felicidad. Pedirles que renuncien a sus ilusiones sobre su condición es pedirles que abandonen una condición que requiere ilusiones. La crítica de la religión es, por lo tanto, en embrión, la crítica de ese valle de lágrimas de la que la religión es el halo.
Por otro lado, tampoco han faltado personas y movimientos que desde los propios principios de la religión han criticado, se han opuesto y han resistido al sistema capitalista y a las injusticias que produce. En América Latina es conocido el movimiento de “Cristianos por el Socialismo”, así como en el Medio Oriente, las ideas socialistas de Ali Shariati influyeron en la revolución antiimperialista de Irán la cual es marcadamente religiosa, y en Libia fue un caso muy relevante el del socialismo de la “tercera teoría internacional” de Gadafi. Estas experiencias si bien no son marxistas propiamente, si son en mayor o menor medida compatibles con una praxis marxista.
Por último, también cabe señalar que existen numerosos ateos que no son marxistas o incluso son antimarxistas. Un caso famoso es el de la escritora Ayn Rand, ferviente defensora del capitalismo, quien era abierta y completamente atea. Así también, Pablo Rodríguez Grez, dirigente del movimiento anticomunista “Patria y Libertad” es igualmente ateo.
10- ¿Qué es el Marxismo para el Círculo Patriótico de Estudios Chilenos?
Para el Círculo, el marxismo representa una valiosa fuente de teoría y praxis. Si bien no es nuestra única herramienta metodológica, es quizás la más importante y certera para poder hacer un correcto análisis y plantear un camino de acción hacia la liberación patriótica y del continente entero. Hoy en día, cuando los fracasados movimientos “nacionalistas” de derecha o de “tercera posición” caen en el misticismo esotérico, o en el conspiracionismo alucinado, solo una visión materialista que parta desde los hechos más objetivos posibles, puede servir para el desarrollo de un nacionalismo auténtico, continental, socialista y alcanzable, un nacionalismo de la Praxis.
Fuente: SALAZAR, Carlos. «Columna de Opinión Internacional (Chile) del 05.08.2020 y del 02.09.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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