Normalmente cuando se habla de cristianismo, nos llegan las peores imágenes a la mente. Fanáticos con bajo nivel de educación gritando en las plazas pasajes memorizados de los evangelios o de algún libro de los profetas hebreos. El mensaje moralista no es muy diferente entre un predicador a otro: mojigatería sexual, lloriqueo por la realidad del aborto, promesas de salvación ultraterrena, anuncio del fin de los tiempos, etc. Por otro lado, también es frecuente que la etiqueta de cristiano nos evoque a los elegantes líderes de ciertas iglesias evangélicas que escandalosamente se han hecho fortuna a base de recaudaciones de sus feligresías (gente pobre por regla general). Demás está mencionar los escándalos sexuales y políticos en torno al clero de la Iglesia Católica.
Que distinto a esos cristianos fue el gran Clotario Blest. Cristiano Practicante, militante revolucionario de izquierda y líder sindical, fundador de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores de Chile) y de la ANEF (Agrupación Nacional de Empleados Fiscales de Chile). Un hombre que vivió en consecuencia de sus creencias y principios. Clotario hablaba del Cristo Auténtico, no del “cristo inventado”. En su juventud entró en contacto con el jesuita Fernando Vives Solar y el dirigente Luis Emilio Recabarren. Del primero aprendió que la opción de todo cristiano es luchar por los pobres, por abolir las estructuras que los oprimen. Y del segundo, aprendió lo imperativo de lograr la unidad de la clase trabajadora y que solo esa unidad haría que las cosas cambiaran. Esto lo inspiró posteriormente a decir que el principio de la Central Única de Trabajadores era:
«...alcanzar la transformación del actual régimen capitalista que está basado en la explotación del hombre por el hombre, en un régimen nuevo, basado en la justicia social. Unos llaman a esta idea marxismo, otros la llamamos cristianismo, pero ambos coincidimos en que deberá producirse un cambio sustancial en el actual estado de cosas»
Sin duda el Cristo predicado por don Clotario no era el ángel de rubia cabellera que tanto se ve en cuadros y vitrales de las iglesias en occidente. Clotario Blest, por el contrario, buscaba propagar el mensaje del Dios de las masas populares, del Cristo revolucionario semita, que hizo tambalear a la oligarquía sacerdotal de su tiempo y que fue considerado un terrorista peligroso por el imperio romano. El Cristo de don Clotario era el mismo mesías que dijo «no penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz sino la espada» (Mateo, 10,34-11,1). Ese mismo Cristo que despreciaba a los que se habían acostumbrado a la comodidad de la vida familiar, enemigo de las familias tradicionales, que dijo «¿quién es mi madre? ¿quiénes son mis hermanos?» (Mateo 12:46-50) y también «quien no abandone a su padre y a su madre, no es digno de mi» (Lucas 14:26). Ese mismo Cristo encarnó el espíritu revolucionario que movilizó a don Clotario.
Clotario Blest, al igual que Jesús de Nazaret, fue encarcelado y apaleado (y más de 25 veces, además de haber sido relegado en 10 ocasiones) por encarar a los poderosos bajo distintos gobiernos. Realmente si existe alguna esperanza en el cristianismo para los trabajadores este será en la corriente revolucionaria que no se conforma con las promesas de paraísos ultraterrenos, sino que llama a construir el Reino de la Justicia en la Tierra. Como diría el mismo Cristo «El Reino de Dios está entre vosotros» (Lucas 17:20-22). De ahí que el símbolo que escogiera para el Grupo Gérmen haya sido la hoz, el martillo y la cruz, simbolizando respectivamente la labor agrícola, la industrial y la capacidad de entrega del militante por sus hermanos y hermanas.
Como verdadero profeta anti-capitalista proclamaba: «Compañeros todos, poned fe en vuestras almas, fuego en vuestras obras y venceremos, haciendo abstracción de nuestro bienestar individual, lograremos vencer y curar el cáncer individualista que corroe las entrañas de la sociedad moderna».
En otro discurso ante la CUT diría: «Los enemigos de nuestra clase son poderosos, prepotentes y soberbios. Y para aplastarlos es necesario unirnos disciplinadamente, por sobre toda consideración, sea esta de orden político, religioso o filosófico. Primero es vivir y después filosofar. La unidad hace invencible a la clase trabajadora y si sabemos usar de ella, la oligarquía económica tiene sus días contados».
Entrevistado en su vejez diría respecto a ese discurso: «ese es mi pensamiento, no es odio, es distinto, esta gente (los oligarcas) deben irse porque no entienden el idioma nuestro. Libertad, justicia y fraternidad, no lo entienden. Libertad habrá mientras ellos mandan, (solo) para ellos. Justicia, para que decir eso… pues no».
Al triunfar la revolución cubana se hizo partidario y admirador de esta, además de sostener una amistad con Ernesto “Che” Guevara. Luego fundó el Movimiento de Fuerzas Revolucionarias en 1961, y el MIR en 1965. Afirmaría entre sus logros, «fundamos también la Iglesia Joven, y nos tomamos la catedral, para que la Iglesia fuera la Iglesia de los Pobres y no de los Ricos, y pusimos el letrero arriba: Por Una Iglesia Junto al Pueblo y su Lucha».
Durante la dictadura fue un incansable guerrero por los derechos de los explotados e hizo el voto de no afeitarse mientras no hubiera democracia, voto con el que cumplió hasta su muerte.
Clotario, Amigo, El Pueblo Está Contigo. Hoy ese cántico de admiración, a su figura, su pensamiento sui géneris, y por encima de todo sus obras que inspiran a todos los que nos ponemos de lado de la revolución, de los oprimidos y del pueblo, tiene su eco en nuestras conciencias. Clotario Blest se ganó con creces el lugar de honor entre los precursores de nuestra patria, junto con los centenares de héroes populares y obreros que le han dado la grandeza a la nación. Hoy más que nunca, está vigente ese llamado a la unidad del pueblo para destruir a la inmunda oligarquía que chupa la fuerza de Chile como si fuese una sanguijuela. Frente a ellos imponemos nuestra unidad de la clase popular por sobre las diferencias en religión (o ausencia de esta) y en pensamiento filosófico, es la unidad que nos llevará al triunfo. La oligarquía está muerta junto a su falsa representación de Dios.
Fuente: SALAZAR, Carlos. «Columna de Opinión Internacional (Chile) del 16.05.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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