El 12 de octubre, los países de América suelen conmemorar el Día de la Hispanidad, fecha que se celebra en España como Día de la Raza. Es una fecha que recuerda la llegada de Cristóbal Colón al “Nuevo Mundo” y, a través de sus esfuerzos, toda la realización histórica de los pueblos ibéricos.
La fecha se volvió controvertida, respecto del papel de Colón, de España, Portugal y todas las naciones europeas en el Nuevo Mundo siendo cuestionadas o incluso demonizadas por la vieja y refutada "Leyenda Negra". En Estados Unidos, esta crítica se suma a ciertas tendencias racistas anti-blancas recientes, que son parte de una olla a presión que corre el riesgo de culminar en una nueva guerra civil.
Pero, más allá de las polémicas, esa fecha debería hacernos cuestionar nuestra propia identidad como iberoamericanos. ¿Quiénes somos realmente y hacia dónde vamos? O al menos, ¿a dónde deberíamos ir?
Al principio, ya nos encontraríamos en inmensas dificultades. Después de todo, ¿qué tienen en común brasileños, argentinos, venezolanos, peruanos y todos nuestros demás vecinos? ¿Tenemos bastante en común para poder sentarnos en una gran mesa y hablar de nuestros problemas desde la misma identidad continental?
Quizás la cuestión sea menos compleja respecto a los países de Hispanoamérica, que durante mucho tiempo vivieron bajo la autoridad del mismo Rey, pero ¿qué tenemos en común los brasileños en la América portuguesa con nuestros vecinos?
Darcy Ribeiro, uno de los más grandes antropólogos de la historia de Brasil, lamentablemente poco conocido fuera del país, dijo que todos los iberoamericanos no somos europeos. Tampoco somos indígenas ni africanos. El encuentro de mundos impulsado por el gesto heroico de los exploradores dio lugar a “nuevos pueblos”, con raíces que, en buena parte, estarían realmente en otros continentes, pero que serían algo singular, único, absolutamente diferente a nuestros antepasados, sean europeos, indígenas o africanos.
Y eso sería independiente del color de nuestra piel. Estas nuevas identidades surgieron de mezclas culturales, aunque no siempre raciales, por lo que en nuestro continente el criollo de pura estirpe española comparte la misma matriz cultural que el africano cuyos antepasados fueron traídos de Guinea, o que el mestizo de diversos orígenes. En el sur de Brasil, es común ver a los alemanes bebiendo chimarrão y vistiendo la típica bombacha gaucha.
Así, a pesar de que nuestro continente alberga varios pueblos e identidades diversas, todos ellos están unidos por ciertas raíces comunes, por ciertos elementos comunes, que implican una cierta forma de ver el mundo.
Todos constituimos una civilización distinta, que no es un apéndice de la civilización europea, mucho menos una "civilización occidental", pero que tampoco es una continuación del mundo precolombino. Somos una nueva civilización, aún en formación, pero que tiene sus raíces en la síntesis entre los valores ibéricos y las formas de vida y sociabilidad indígenas y africanas.
Recordar y celebrar estas raíces es importante, siempre y cuando ese recuerdo no nos haga olvidar quiénes somos como civilización.
Nuestro continente, constituyendo una sola civilización, debe empezar a pensar en términos de integración y unidad, para ver los problemas de un país vecino como un problema de todos. Pero esta integración no puede partir de meros intereses materiales.
Una idea superior debe orientar nuestros esfuerzos hacia la construcción de una "Patria Grande". En nuestra opinión, esta idea superior debe buscarse aún más profundo en nuestras raíces, no en ninguna Hispanidad, ni necesariamente entre incas y aztecas, sino entre los romanos, nuestros abuelos civilizatorios, y en su universalidad, como decía el ya citado Darcy Ribeiro.
La idea de una Nueva Roma, construida en el trópico, como faro para guiar la construcción de nuestro destino colectivo. ¿Porque no?
Fuente: MACHADO, Raphael. «Columna de Opinión Internacional (Brasil) del 14.10.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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