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Foto del escritorLuis Bozzo

El Gran Narciso



Con el avance de los procesos de globalización después del 1990, se consolida en el mundo –y principalmente en Occidente-, una hegemonía liberal, en la cual el liberalismo deja de ser una mera propuesta práctico-ideológica, incluso lejana de sus orígenes revolucionarios, para transformarse en una realidad absoluta y global, útil al gran magnate capitalista transnacional; figura que se impone con gran poder e influencia. El liberalismo y sus valores, sus concepciones antropológicas, sus formas de “democracia”, la predominancia del individuo como la medida del todo y la búsqueda de la eterna satisfacción del mismo, dan lugar al surgimiento del consumista, el hedonista, el gran narciso interior; aquel que en el mito antiguo es condenado a enamorarse de su propio reflejo en el agua. En pocos lugares de la tierra se implantó un capitalismo tan brutal como en Chile durante la Dictadura de Pinochet; aquello fue una larga estrategia de desmantelamiento nacional, rotura del tejido político social, disolución y exterminio de mancomunales, cordones industriales, organizaciones populares, sindicatos, erradicación de familias enteras hacia zonas periféricas de la región metropolitana, introducción de la pasta base, etc. Todo eso tenía como misión principal, la despolitización total de la población civil, su sometimiento para la implementación de políticas públicas acordes a la construcción de una sociedad consumista y global. Comprendieron los paladines del imperialismo, que la represión no solamente se ejerce por la fuerza sino también por medio del goce (la culocracia nos diría el filósofo argentino Feinmann). Predominan entonces, los shows televisivos nocturnos, los espectáculos, las luces enceguecedoras, se promueven diversos métodos de endeudamiento con el objeto de aumentar en apariencia la capacidad adquisitiva en la población, asociándose ello con un bienestar y status social (promovido por cierto, con la ayuda de los medios de comunicación masivos, la publicidad). Con esto, la figura del soldado político, el militante consciente y comprometido desaparece, siendo reemplazado por el consumista, el gran narciso caprichoso elaborado por la publicidad, por la moda, cuyo mensaje se predestina para incentivar la figura de un hombre con derecho a tenerlo todo en el mundo, vivir todas las sensaciones, un ser especial y único que ha nacido para alcanzar la máxima felicidad, vivir el carpe diem anulando la capacidad crítica, es el turista eterno, ciudadano del mundo, un empleado bien pagado o emprendedor exitista; triste parodia del héroe antiguo de “vivir sin ataduras”. Pero cuando el falso narciso infantilista no puede obtener lo que la publicidad le indica, ni lo que le han prometido, ni tampoco puede superar todos sus caprichos individuales insatisfechos, hace berrinche, se vuelve nihilista, no sabe qué hacer y se frustra, pues toda la realidad de este sujeto construido por el consumismo, debiese satisfacerlo hasta decir basta, porque incluso es tan especial (le han contado) que el mismo universo debiera conspirar en su favor por el hecho de así decretárselo en su cabeza. Es el imperio del subjetivismo, de una sociedad infantilizada, propensa al discurso ególatra de la publicidad, y por ende, es un sujeto incapaz de asumir compromisos políticos-estratégicos que permitan el triunfo del bien común. No le interesan, o priman siempre sus nociones individuales. Incluso el burgués adinerado que todo puede adquirirlo, jamás llenará sus vacíos caprichosos. Siempre buscará y buscará rellenar sus carencias con excentricidades eternas sin conseguir jamás sentirse en plenitud (las emocionalidades son fugaces), viviendo la falsa existencia del Se-dice, lo que la moda publicitaria dice, sin preguntarse siquiera por su mísera condición. El individuo se aburre de sí mismo. Sabemos que este narciso omnipresente representa el triunfo cultural del liberalismo hegemónico, entonces para concretar un compromiso político colectivo, contra la infamia deliberada del capitalismo y su esquizofrenia cultural, se necesita primero una madurez personal y una convicción férrea superior al individualista mismo. Debe entenderse la organización política como una milicia bien estructurada que no se ajusta a los caprichos y nociones individuales o sectoriales del sujeto, -pues siempre existirán diferencias en los grupos humanos-, sino un compromiso indestructible para asumir funciones específicas cuya meta son altos fines comunes. Nada es más anti-liberal en el mundo que la realización del sacrificio voluntario en favor de causas superiores al individuo. El liberalismo presenta un error teórico al no poder explicar aquel poderoso y antiquísimo fenómeno humano del sacrificio voluntario; exaltado comúnmente como heroísmo, como un ejemplo legendario de las más altas aspiraciones dignas de veneración y recuerdo. Resulta que el narciso infantil, predica y practica vivir sin ataduras de ningún tipo, pues sostiene que se basta a sí mismo (egocentrismo radical). Eso le impide crear lazos fuertes y perdurables en cualquier sentido de la vida. La humanidad siempre necesitó entablar fuertes conexiones irrompibles con otros, debido a la naturaleza gregaria de la misma, adaptación propia de la supervivencia ante la adversidad. El narciso no busca construir conexiones totales, sino experimentar emociones momentáneas y efímeras para satisfacer su propio egocentrismo cotidiano. La publicidad explota las emociones y el espejismo de bienestar por medio de un desodorante que provocará atractivo magnetismo, o una prenda de ropa que hará resaltar sobre la multitud a su portador. La moda publicitaria del consumismo es una rueda eterna que atrapa al sujeto. Debemos hacer mención importante del papel actual de las redes sociales. La tecnología y las redes sociales pueden tener una gran utilidad política, informativa y práctica en general, pero el problema surge, cuando caen dentro de las funcionalidades del gran narciso consumista. Las redes sociales permiten al gran narciso elaborarse incluso una imagen-ficción, una proyección digitalizada que busca la aprobación constante de otros, mediante likes, o comentarios de cientos de amigos virtuales. Para superar el pudor y alcanzar el empoderamiento superior, dice la moda por ejemplo, que la gente debe mostrar su cuerpo semidesnudo en redes sociales, acompañando alguna frase alusiva del tipo: “no me importa el qué dirán, soy libre”, lo cual trae constantes alabanzas, repletando así un vacío de aprobación colectiva (parodia de la real vida en comunidad). Es una distopía del capitalismo digital tardío. Claramente el cuerpo humano es una realidad física sobre el cual no deben existir prejuicios morales, condenas o idealizaciones, así como tampoco auto-vergüenza (no estamos discutiendo aquello), sino que estamos abordando las prácticas individuales del gran narciso y como éste experimenta y entiende los fenómenos los expresa ante otros. Contra el gran narciso efímero, debe anteponerse el guerrero auténtico, el revolucionario dispuesto al sacrificio de sí mismo, preparado físicamente e intelectualmente para luchar por causas necesarias y colectivas, contra las fuerzas imperialistas aberrantes del mundo. Es una guerra total entre los pueblos y la globalización expansiva; contra la más grande esclavitud humana de la historia. No existe posibilidad tampoco de escapar al conflicto, la contradicción social está predispuesta a estallar, arrasando incluso con los narcisos, todos deben tomar una posición dentro de la arena; con la revolución o con el poder oligárquico imperante, no hay más caminos ni posibilidades. El estallido social, fue una simple chispa de un infierno más grande, pero el infierno para quienes defienden este modelo insostenible. Nosotros somos las llamas y queda mucho por depurar. Quien intenta huir del calor ocultándose en una casa con aire acondicionado, tarde o temprano se enterará de que su entorno ahora es desierto y morirá. Quien intenta huir del frío dentro de un refugio con calefacción, sucumbirá ante el recrudecimiento de la tormenta que arrasa con todo a su paso, incluyendo refugios. Así mismo, no existen alternativas de huida cuando sobrevienen como avalancha los procesos de transformación, cada cual es llamado a tomar un puesto en la batalla. Las revoluciones por sí mismas representan la extinción del sujeto inauténtico, del gran narciso, pero los caminos para la revolución deben construirse por antípodas del falso hombre del capitalismo tardío.


Fuente: BOZZO, Luis. «Columna de Opinión Internacional (Chile) del 24.02.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.


CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas

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