Más allá de derechas y de izquierdas, el peronismo se ha caracterizado por elevar los intereses del movimiento obrero a “causa nacional” frente a los sectores concentrados de la economía o, cuando menos, de equilibrar unos y otros. Esta podría ser, mal y pronto, su definición ideológica. Pero pecaría de abstracta, si no se consideran sus características organizativas. La cercanía de sus organizaciones al pueblo y su alto poder de movilización hizo de las mismas una llave indispensable para la gobernabilidad del país. Esta acumulación de poder, sumada a una cultura política “decisionista”, donde “el que gana conduce y el resto acompaña”, hizo que las disputas internas del peronismo y las características de sus liderazgos resultantes decidan los destinos de la nación. Esto llevaría a paradojas insalvables. Por ejemplo, el neoliberalismo en Argentina fue implementado con relativo éxito político por decisión de un gobernante “peronista”: Carlos Menem. Y así es que la esencia práctica del peronismo realmente existente (la relación personal Líder-Pueblo a través de unas organizaciones intermedias libres, pero que responden políticamente al principio de conducción) se ha venido rebelando contra las definiciones ideológicas “mínimas” que le dieran existencia en el pasado.
Más recientemente, los liderazgos de Néstor y Cristina Kirchner otorgaron al peronismo un “aire de familia” próximo a los gobiernos “populistas” de Lula y Chávez. Esto engendró, por contrapartida, un peronismo moderado más o menos opositor, cercano al establishment económico y mediático, de buenas relaciones con los Estados Unidos. Más hacia dentro, nació un “kirchnerismo duro” a través de nuevas organizaciones, mayormente juveniles, articulando una compleja síntesis entre sectores socialdemócratas ilustrados, de poco anclaje en el imaginario y en el territorio peronista, y sectores peronistas “clásicos” y “doctrinarios”, de distinta extracción e intensidad.
El éxito electoral sin precedentes de un partido liberal pro-mercado como el PRO de Mauricio Macri en 2015 y 2017 se explica, errores del kirchnerismo en materia de seguridad ciudadana y comunicación política aparte, por la dificultad del peronismo, en toda su amplitud, por encontrar un camino que lo conduzca a la unidad, no solo entre sus alas sino, más aún, entre su “causa material” práctica y su “causa formal” ideológica. Esta última engendra a la primera, porque la eficacia organizativa del peronismo no llegará muy lejos sin representar los intereses de sus bases mayoritarias.
El pasado diciembre, un nuevo gobierno peronista asumió en la Argentina. La líder con más votos, pero con una alta imagen negativa que le marca un tope a su acumulación política, Cristina Kirchner, bendijo como candidato de unidad a un peronista “de centro”, ex-kirchnerista pero opositor a las políticas de su último gobierno más cuestionadas por el establishment: Alberto Fernández. Guste más o menos, no se puede juzgar a Fernández por su “eclecticismo ideológico”, pues está obligado a hallar compromisos entre las distintas alas de su gobierno, al carecer de bases propias y, en el frente externo, renegociar el pago de la deuda externa. En última instancia, al Presidente no lo juzgarán sus discursos, sino sus decisiones. Dada la crisis económica heredada y agravada por el Covid-19, sobre él pesa sorpresivamente la exigencia de convertirse en un líder innovador, decidido a tomar medidas drásticas que conduzcan a la unidad de todos los argentinos, a partir de la unidad del peronismo. Esto solo puede obtenerse en base al sacrificio de las ganancias extraordinarias de la economía extractiva y especulativa. Quizá esto no sea lo que más cuadre con su estilo conciliador. Pero ni la clase media ni los sectores populares tienen margen para ajustarse más. Y sumar a la crisis sanitaria, económica y social, una crisis política de representación en el partido popular mayoritario, sería abrir la caja de Pandora en el peor momento.
Fuente: MONTENEGRO, Esteban. «Columna de Opinión Internacional (Argentina) del 04.06.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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