Desde que el sueco Rudolf Kjellen acuñó el término geopolítica a principios del siglo XX, este concepto se ha desarrollado en el plano académico y de la política mundial con intervalos marcados por un intencionado ocultamiento de su razón de ser. Desde negarle el estatus como ciencia por propio derecho tras la victoria del imperialismo anglosajón en la segunda guerra mundial, hasta la actualidad en donde mediante la desinformación, ya sea por sobreabundancia o deformación, se intenta hacer de la geopolítica un concepto más para referirnos a la política internacional a secas o, en el mejor de los casos, a la lucha por el poder mundial entre las grandes potencias. Es decir, se intenta banalizarla y desviarla de su esencia, la cual es estudiar los influjos recíprocos entre el territorio y la política de los distintos pueblos.
A pesar de estos vaivenes que ha sufrido el concepto de la geopolítica, lo imprescindible para los pueblos de Nuestra América, más que recuperar el sentido de su concepto y su reconocimiento científico y académico –lo cual es importante para su estudio–, es el de reconocer y vislumbrar la razón de ser de la geopolítica; esto es, su utilidad como herramienta para la liberación nacional de nuestros pueblos.
Por lo tanto, una primera condición para el pensamiento geopolítico y estratégico del Estado es la de ubicarse en su propia dimensión espacio-temporal. Esto significa reconocer en dónde somos espacialmente y en qué momento histórico-político nos encontramos. La consideración de esta dimensionalidad es la que permite iniciar una reflexión estratégica adecuada que evite abstraernos de nuestra situación geopolítica. Esto nos permite percibir e interpelar nuestro mundo circundante en base a nuestra propia experiencia histórica y maneras de ser, sin necesidad de apelar a teorías e interpretaciones foráneas de la realidad.
El área geográfica nacional e hispanoamericana nos afecta irremediablemente en forma más directa que los acontecimientos políticos que se desarrollan fuera de nuestro continente sudamericano. Es cierto que la globalización nos condiciona, que los gurúes internacionales nos interpelan a pensar en términos globales, y que las potencias mundiales compiten en forma posicional sobre el territorio mundial. Pero, justamente, ese es el desafío que hay que enfrentar:
...se debe atender a lo que acontece en el mundo, pero pensando en forma situada y nativa. Evitando caer en análisis estratégicos en función de ideologías foráneas como el liberalismo político o el progresismo. En resumen, el pensamiento geopolítico parte de una adecuada mirada desde el interés y la situación nacionales.
El objetivo de la labor de la geopolítica depende siempre del posicionamiento jerárquico de los Estados. Las naciones sudamericanas se encuentran actualmente en una situación de despotenciación y subordinación dentro del orden internacional liberal. Esto significa que, en nuestros casos, la finalidad del pensamiento geopolítico será la de colaborar en el diseño de un proyecto nacional a largo plazo que pregone la repotenciación económica, política y cultural de cada uno de nuestros espacios terrestres y marítimos, para lograr revertir la situación mencionada. Es decir, que nos permita alcanzar la liberación nacional. La cultura, el carácter común y las experiencias históricas compartidas por nuestros pueblos, deben ser valores a cultivar permanentemente, ya que ellos serán la base para la consolidación de un bloque geopolítico hispanoamericano a futuro.
Fuente: SCHWINDT, Luciano. «Columna de Opinión Internacional (Argentina) del 07.05.2021». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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