El mismo título que esta columna, llevaba uno de los más insignes libros del filósofo argentino Carlos Astrada. Publicado en 1952, representa un diálogo crítico y original con la filosofía de quien había sido su maestro en su paso por Alemania: Martin Heidegger. En él se abordan todos los temas filosóficos de posguerra: el sentido del humanismo y del existencialismo, el giro (Kehre) poetizante de la filosofía heideggeriana, la problemática de la técnica acentuada por el lanzamiento de la bomba atómica y la renovada pujanza del marxismo occidental, a la sombra del campo socialista soviético, entre otros.
Sin embargo, este libro fue escrito también en el contexto del primer peronismo, proceso político local que Astrada acompañó, con la clara intención filosófico-política de intervenir con voz propia en su tiempo. Para tal fin se preguntó por los condicionamientos ónticos, político-económicos, de un proyecto existencial humanista que pueda responder políticamente la olvidada pregunta por el ser. En contexto, esto suponía un relevo existencial del marxismo, que no hiciera caso omiso de la problemática de la alienación y de la crítica de la economía política, pero que subordinara prontamente la cuestión económica a la exigencia de una formación y elevación política y cultural del pueblo, a imagen y semejanza de la paideia griega y de la Bildung germánica. Era de esperarse que seguir una dirección distinta de la que tomara el propio Heidegger, más seducido por una atenta y solitaria escucha del ser que por una praxis político-social protagonizada por las masas, significaría un antes y un después en la propia trayectoria de Astrada que acabó volcándose al marxismo, una vez derrocado el peronismo en 1955. Pese a ello, reconocemos en aquel libro un aporte a una nueva filosofía política, que no se agota ni en las esperanzas de la Tercera Posición ni en las del comunismo.
Hoy entendemos más necesario que nunca relanzar aquel proyecto trunco de La revolución existencialista. El “escándalo” de la Cuarta Teoría Política del pensador ruso Aleksandr Dugin se ofrece como un aliciente para esta tarea. Se trata de una meta-teoría, definida por un radical descentramiento respecto de la Modernidad en el terreno de la filosofía política, que no pretende erigir un nuevo centro homogeneizante que lo reemplace. Deja en manos de cada civilización la tarea de dárselo en los términos de su propia identidad y sugiere a tal efecto la figura del Dasein heideggeriano como hilo conductor. El "ahí del ser". Pero ¿quién es ese “ahí”? El que cuestiona y persigue su propio ser, adoptando una resolución de cara al futuro que implica, a su vez, una resolución respecto de su pasado; y en cuya apropiación creativa del propio tiempo descubre el proyecto colectivo de la generación y del pueblo que debemos ser. Geopolíticamente, podemos avizorar que el espacio que le va de suyo a una existencia auténtica de este tipo no será el de la conciencia individual, ni el de las contingentes fronteras políticas de esta o aquella nación, ni mucho menos alguna esencia genérica universal, nutrida por la fe en bienes o comuniones globales (la "Internacional proletaria", la "Casa Común", la "Aldea Global", etc.). Será, pues, un espacio continental y un arraigo telúrico afincado sobre la huella de antiguos imperios, como fueran en nuestro ámbito el incaico y el español, de los que heredamos una peculiar forma de habitar el mundo.
Liberalismo, comunismo y nacionalismo son todo lo que se pretende dejar atrás. Trátese del mito del individuo, del mito del proletariado mundial, o del mito de naciones o razas providenciales, siempre estamos movidos por un vector de progreso o “desarrollo” que va del menos al más en un despliegue temporal y espacial horizontal que, ayuno de todo centro trascendente, naturaliza el sentido de la historia universal para imponer una voluntad subjetiva determinada. Lejos entonces de cualquier importación ideológica, en nuestro libro recién publicado, Pampa y estepa: peronismo y Cuarta Teoría Política, sostenemos que el proyecto existencial americano deberá constituirse sobre un sólido eje espiritual, nutrido por los gestos absolutos de genios, santos y héroes fundadores, eslabón de una continuidad arborescente ininterrumpida de fuentes y destinos plurales. Una vez que echemos raíces en ese, nuestro suelo por venir, levantaremos la vista al Cielo donde el Sol irradia, ecuménico, verdades multipolares.
Fuente: MONTENEGRO, Esteban. «Columna de Opinión Internacional (Argentina) del 23.09.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.
CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas
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