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Foto del escritorJuan Pablo Gómez

Sobre el Letargo Patológico y Otros Males que nos Aquejan



Hemos sido confinados al interior de nuestros hogares como simples corderos llevados al corral para aceptar nuestro destino de manera inevitable? ¿Hemos sido dominados por un intrincado sistema que suprime cualquier intento de insubordinación? ¿Sufrimos de una poderosa enfermedad que nos ha atado a las cuatro paredes de nuestras casas…a la “comodidad” putrefactiva? Y no, no me refiero a esta apabullante temporada donde nos encontramos encerrados en nuestros hogares –en el mejor de los casos– por causa de la pandemia ocasionada por el covid-19, sino por la somnolencia, la pasividad, el letargo que se ha convertido en un mal imperante en nuestra sociedad, en una patología que es...será, difícil de acabar, pero que aquellos que hemos alzado las banderas de la reivindicación de nuestras naciones, debemos buscar curar.


Si hay algo notable en siglos anteriores era la imparable agitación popular que mediante la presión tumultuosa de las masas obligaba a sus gobiernos a someterse, como debe ser, a la voluntad indómita del pueblo. Si bien pueden existir excepciones en múltiples ocasiones. El descontento, la injusticia y las practicas humillantes hacía el pueblo desembocaron en caudalosas manifestaciones que doblegaron los más oscuros intereses oligárquicos. Los pueblos humillados fueron llevados a puntos de ebullición que ocasionaron manifestaciones que, en algunos casos, transformaron modelos políticos y económicos. Pero eso quedó en el pasado, porque si hay algo que ha caracterizado al siglo XXI es la imposición del individualismo como “don” supremo y la destrucción del concepto de comunidad como eje constructor de nuestra sociedad. Hemos sido contagiados por el letargo militante, por la pasividad suprema y por la resignación a un destino trágico e incluso humillante. Pero ¿cómo sacudirse de la somnolencia reinante? Y más importante aún ¿Cómo despertar de este profundo sueño que convirtió al pueblo en una masa amorfa, desconectada entre si y que acepta sin rechistar cualquier imposición gubernamental por más injusta que sea? En la respuesta a este interrogante se encuentra la búsqueda del poder popular, y la esencia misma de la REVOLUCIÓN.


Los procesos revolucionarios no nacen de la noche a la mañana y menos por la voluntad de unos pocos, al menos no de unos pocos que se enfrentan al sistema, porque si hay algo que también estos estrepitosos tiempos modernos nos han enseñado, es que los aduladores del dios Dinero sí que pueden “hacer revoluciones”. En todo caso, para la consolidación de procesos revolucionarios solidos se requiere de una multitud que acompañe dicha causa. Pero ¿Cómo se cautiva a un pueblo dormido? ¿Cómo se despierta a quienes han decidido, por propia causa, aceptar un destino marcado y consistente en una sórdida y estática línea temporal? Pues bien, he ahí el dilema esencial.


Alrededor del mundo pululan movimientos que se autodenominan como revolucionarios, que se han puesto dicho mote idealista, tal vez, asumiendo un compromiso con los pueblos a los que pertenecen, pero ¿Les apoya ese pueblo realmente? El pueblo, parece encantado con esta realidad oscura y fría, se nos ha repetido tantas veces que este es el mejor de los mundos posibles, que dicho mantra ha sido interiorizado en el ideario colectivo. El egoísmo impera, y mientras mi comodidad no se encuentre en peligro, da igual quienes caigan a diestra y siniestra dentro de un sistema diseñado para alimentarse de la tragedia humana.


Sufrimos de terribles patologías que nos han condenado al sofá, a la vida pasiva, se nos ha condenado a vivir una vida mórbida…la del deseo y la búsqueda de la felicidad. Y lo peor es, que la hemos aceptado cómodamente.


La virtualidad que hoy día nos rodea, ha causado mella en el desarrollo de los escenarios políticos; la política, la acción, la militancia, para muchos se ha convertido en dar “like” a una publicación, a la reducción del activismo al “compartir” un algo en algún canal virtual o en alguna red social, pero llegando hasta allí…se han desconectado los procesos políticos de la realidad tangible y se han mudado a la realidad virtual, una “realidad” que podría ser útil pero que pocas veces permite la materialización de lo que allí se predica. Y si bien es cierto, que la virtualidad ha acortado las distancias, es también cierto que cada vez dificulta más la consolidación de procesos realmente fuertes ante el sistema imperante, ante el régimen del establecimiento, nuevamente el letargo, esta vez coaccionado por las nuevas tecnologías han sentado al “militante” y le han convertido en un sujeto pasivo en una realidad lasciva, y es que los tiempos modernos, pareciera que han convertido el derecho a disentir en simple descontento domesticado. Ya no representa peligro alguno.


Fuente: GÓMEZ REYES, Juan Pablo. «Columna de Opinión Internacional (Colombia) del 12.08.2020». Diario La Verdad. Lima, Perú.


CCLN/Sección III.C4 - Prensa y Relaciones Públicas

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